EDUCACIÓN SECUNDARIA

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Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas deliciosas.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Comentario de Texto: Milagro IX, Berceo


Milagro IX – El clérigo ignorante

Érase un simple clérigo que instrucción no tenía,
la misa de la Virgen todos los días decía,
no sabía decir otra, decía ésta cada día:
más la sabía por uso que por sabiduría.

Fue este misacantano al obispo acusado
de ser idiota, y ser mal clérigo probado
al Salve Sancta Parens tan sólo acostumbrado,
sin saber otra misa ese torpe embargado.

El obispo fue dura mente movido a saña;
decía: «De un sacerdote nunca oí tal hazaña».
Dijo: «Decid al hijo de la mala putaña
que ante mí se presente, no se excuse con maña».

Ante el obispo vino el preste pecador;
había con el gran miedo perdido su color;
no podía, de vergüenza, catar a su señor:
nunca pasó el mezquino por tan duro sudor.

El obispo le dijo «Preste, di la verdad
dime si como dicen es tal tu necedad».
El bueno hombre le dijo: «Señor, por caridad,
si dijese que no, diría falsedad».

El obispo le dijo: «Ya que no tienes ciencia
de cantar otras misas, ni sentido o potencia,
te prohíbo que cantes, y te doy por sentencia:
por el medio que puedas busca tu subsistencia».

El clérigo salió triste y desconsolado;
tenía gran vergüenza y daño muy granado.
Volviose a la Gloriosa lloroso y aquejado,
que le diese consejo, porque estaba aterrado.

La Madre pïadosa que nunca falleció
a quien de corazón a sus plantas cayó,
el ruego de su clérigo luego se lo escuchó,
sin ninguna tardanza luego lo socorrió.

La virgo Gloriosa que es Madre sin dicción,
apareció al obispo en seguida en visión;
díjole fuertes dichos, en un bravo sermón,
y descubriole en él todo su corazón.

Díjole embravecida: «Don obispo lozano,
contra mí, ¿por qué fuiste tan fuerte y tan villano?
Yo nunca te quité por el valor de un grano,
y tú a mi capellán me sacas de la mano.

porque a mí me cantaba la misa cada día
pensaste que caía en yerro de herejía,
lo tuviste por bestia y cabeza vacía,
quitástele la orden de la capellanía.

Si tú no le mandares decir la misa mía
como solía decirla, gran querella tendría,
y tú serás finado en el treinteno día:
¡ya verás lo que vale la saña de María!».

Fue con esta amenaza el obispo espantado,
y mandó luego enviar por el preste vedado;
le pidió su perdón por lo que había errado,
porque en su pleito fue duramente engañado.

Mandole que cantase como solía cantar
y que de la Gloriosa fuese siervo en su altar:
y si algo le menguase en vestir o en calzar,
él de lo suyo propio se lo mandaría dar.

Volviose el hombre bueno a su capellanía
y sirvió a la Gloriosa Madre Santa María;
en su oficio finó de fin cual yo quería,
y fue su alma a la gloria, tan dulce cofradía.

Aunque por largos años pudiésemos durar
e infinitos milagros escribir y rezar,
ni la décima parte podríamos contar
de los que por la Virgen Dios se digna mostrar.


El texto que nos disponemos a comentar pertenece a uno de los episodios escritos por Gonzalo de Berceo y que se puede recoger en su obra Milagros de Nuestra Señora. Primero de los autores medievales que firman su autoría de principios del siglo XIII, es un fiel representante del Mester de 
Clerecía, conjunto de escritores que pretenden dar a sus creaciones una serie de rasgos que los diferencien claramente de los que representaban por entonces el Mester de Juglaría.

Berceo es un religioso que vivió en los monasterios de de Yuso y de San Millán de la Cogolla, que en aquellos tiempos eran centros importantes de romerías y peregrinaciones. Tenía acceso a la cultura y, en especial, a los libros de autores clásicos, pues esta obra bebe de fuentes latinas: escribió muchas obras, todas ellas de contenido religioso, con las que pretendía realizar una misión evangelizadora y moralizadora. Para ello utiliza la lengua romance, y no el latín, que hasta entonces se había utilizado como única lengua escrita. Por entonces la sociedad estaba fuertemente jerarquizada y el teocentrismo era el elemento más destacado en el aspecto cultural.

El episodio que procedemos a comentar es el Milagro IX que lleva por título El clérigo simple. Un oficiante de misa dedica un mismo oficio a la Virgen María, hasta que es denunciado por algunos de sus feligreses al obispo, quien reclama inmediatamente la presencia de tal clérigo. Éste, a quien el obispo le ha prohibido volver a cantar misa, se encomienda a la ayuda de la Virgen. 
Actuando a su favor, la Virgen amenaza al obispo y éste devuelve al clérigo a la situación anterior a la denuncia.

El tema central de este relato escrito en verso es el auxilio de la Virgen María a los desamparados. Entronca directamente con la tradición de su época, tiempos en los que la figura de la Virgen es venerada por toda la Europa cristiana. Enlazado con el tema religioso, no cabe duda que la intención de berceo es evangelizadora, pues da a conocer el poder de auxilio de una de las imágenes más populares de su tiempo, a la vez que moralizante, ya que nos indica el camino a seguir en favor del culto religioso a la madre del hijo de Dios como vía recta para una vida a tono con la doctrina cristiana, a la vez que se insiste en el carácter altamente jerarquizado de la iglesia que debe tener su 
reflejo en la sociedad. También nos acerca a la obra y hechos de la Virgen, lo que le da al texto un fuerte contenido mariano.

Está claro que, aun escrito en verso, se trata de un texto narrativo que posee todos y cada uno de sus elementos que quedan reflejados en el resumen efectuado en líneas anteriores. Los personajes principales son el clérigo, en su calidad de protagonista, y el obispo, como antagonista. La Virgen es un personaje protagonista aliado con el clérigo. Entre líneas se puede leer la figura del denunciante entre los feligreses. Todos ellos son personajes estereotipados: el clérigo representa al devoto mariano, inocente; el obispo a la jerarquía eclesiástica que vela por un clero formado y obediente. Por su parte, la Virgen, en una faceta altamente humana, auxilia al clérigo que le pide ayuda.

El episodio arranca desde una situación inicial: un clérigo tan sólo sabe oficiar una misa de tema mariano. El problema nace cuando, tras una denuncia, se entera el obispo. Cada personaje reacciona de una manera diferente: el obispo cesa al clérigo de sus funciones y éste pide ayuda a la Gloriosa quien ejecuta poniendo todo en orden, desenlace final del episodio, exquisitamente narrado en tercera persona en un marco geográficamente obviado pero de un tiempo coetáneo al público destinatario de esta narración.

En cuanto a la estructura de este episodio narrativo obedece a una concepción que se repite en cada uno de los veinticinco relatos versificados que conforman los Milagros de Nuestra Señora. En primer lugar se plantea el problema del clérigo (cuadernas 1-3); una segunda parte, que ocupa las cuadernas de la 4 ala 12, se ocupa de la llamada de auxilio a la Virgen y la intercesión de ésta ante el obispo. Una parte final, conformada por las cuadernas 13 y 14 trata de la solución dada al conflicto gracias a la intercesión de la Virgen por uno de sus devotos.

Berceo usa el verso para contarnos una historia. Se trata, pues, de narración versificada. La forma métrica utilizada por el autor es la innovadora y desafiante cuaderna vía, conjunto de cuatro versos alejandrinos monorrimos consonantes o tetrástofos, forma métrica considerada culta en contraste por la métrica anisosilábica y asonante empleada por los juglares que recitaban los cantares de gesta; son, pues, 56 versos agrupados en torno a 14 cuadernas.

Cada cuaderna supone una unidad de contenido por sí misma que va enlazando con el resto de las cuadernas gracias al eje temático.

Por las formas como por las intenciones, el texto pertenece a la poesía culta religiosa que nace como alternativa a la lírica popular y a los cantares de gesta.

Los recursos que utiliza Berceo en este episodio no son lo suficientemente abundantes para pretender diferencias cultas frente a otras producciones. Destacan en el plano morfosintáctico los paralelismos y los verbos de lengua, ya que abunda el estilo directo. En el plano semántico destaca la personificación del personaje de la Virgen a quien se le otorga características humanas. El lenguaje es más rico y variado que en los cantares de gesta, pero eso no supone crear un texto inaccesible, sino todo lo contrario.

Se trata de un texto sencillo con inserciones del habla popular, lo que indica su interés de tener en cuenta un destinatario inculto: he ahí su misión evangelizadora. Aunque en este episodio no aparezca ningún ejemplo, Berceo utiliza recursos juglarescos para mantener la atención de su público.

Se trata, en definitiva, de un texto de su época, inmerso en el teocentrismo dominante. En ese aspecto sigue la tradición, ahora centrada en el objetivo de popularizar a la Virgen y ampliar la devoción mariana. Por otra parte, este tipo de producción literaria pretende ser un referente alternativo a la producción popular: para ello utiliza formas más pensadas y cultivadas, influidas por los textos latinos, con lo que se va abriendo lentamente la puerta a la influencia del mundo clásico que la Iglesia medieval supo conservar desde los primeros tiempos tras la desaparición del orden romano. 

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